Sin un diagnóstico o tratamiento adecuados, el lipedema puede provocar limitaciones funcionales y dolor persistente. A pesar de todo, aún existe mucho desconocimiento y confusión acerca de esta dolencia, de ahí que a veces sea difícil identificarla para buscar la ayuda médica necesaria. A continuación, vamos a analizar sus causas, los síntomas del lipedema y los tratamientos más eficaces.
¿Qué es el lipedema?
El lipedema es una enfermedad crónica y degenerativa que se produce por la alteración del tejido adiposo. Se caracteriza por la acumulación simétrica y desproporcionada de grasa en las extremidades, principalmente en las piernas, que no responde ni a dietas ni a ejercicios.
Sus causas se asocian tanto a la herencia genética como a los cambios hormonales, por eso suele manifestarse o agravarse en etapas como la pubertad o el embarazo. Aun así, su prevalencia es muy desigual: perjudica al 16 % de la población femenina, mientras que solo entre el 1 y el 2 % de los hombres presenta la enfermedad.
El desarrollo del lipedema es progresivo: los adipocitos van aumentando de tamaño y se distribuyen de manera muy específica en las extremidades, lo que crea una descompensación visible entre el tamaño de las piernas o brazos y el resto del cuerpo. Con su evolución y el incremento de presión en los tejidos, aparece el dolor, que se intensifica conforme avanza la enfermedad.
¿Cuáles son los síntomas de sufrir el lipedema?
Una característica distintiva del lipedema es la desproporción de volúmenes, que suele afectar sobre todo a las piernas y, en menor medida, a los brazos. Por ello también se le denomina “síndrome de las piernas de elefante”, ya que afecta desde los tobillos hasta las caderas.
Conocer identificar sus síntomas es crucial para frenar su progresión. Así, los más comunes son:
- Pesadez en las piernas, lo que puede incluir la aparición de hinchazón.
- Dolor e hipersensibilidad en las extremidades afectadas, que puede aparecer de manera espontánea o al tacto.
- Aparición de hematomas sin causa aparente.
- Aumento desproporcionado de volumen en piernas o brazos, pero sin afectar a manos o pies.
- Pérdida de la elasticidad de la piel.
- Deterioro de la movilidad si no se trata.
- Consistencia dura de la grasa en comparación con la de otras partes del cuerpo.
Además, una de las claves del lipedema es que no responde a dietas ni a ejercicio, por lo que solo se aprecia pérdida de volumen en las zonas a las que no afectan la enfermedad, como la cara, el torso o el pecho.
¿Cómo se diagnostica el lipedema?
El lipedema es, aún hoy, una patología que puede resultar desconocida: su reconocimiento oficial como enfermedad del tejido subcutáneo por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) no llegó hasta 2018. Por eso, ante cualquier sospecha, conviene acudir a un especialista para su evaluación y, en caso de confirmarse el diagnóstico, iniciar cuanto antes el tratamiento más adecuado.
Para su identificación, se realiza una exploración física para detectar si existe dolor a la palpación, la consistencia de la grasa, entre otros factores. Además, se entrevista a la paciente para conocer los antecedentes familiares, su estado de salud y su evolución.
Tipos de lipedema
La detección del grado de lipedema es crucial en el diagnóstico, ya que permite conocer la etapa en la que se encuentra la evolución de la enfermedad. Para ello, se distinguen tres:
- Lipedema grado 1: los síntomas aún son leves y la apariencia de la piel no se percibe alterada, sino que permanece regular y blanda, aunque puede haber nódulos.
- Grado 2: se aprecian ondulaciones visibles sobre la piel y el dolor es más patente.
- Grado 3: es el más grave. Los nódulos de grasa de distintos tamaños son visibles, al igual que cierta deformidad de las extremidades. El dolor es intenso y puede producirse sobrecarga articular.
¿Cómo se trata el lipedema?
El lipedema no solo es una cuestión estética; como se ha visto, produce dolor y su evolución sin seguimiento puede provocar limitaciones funcionales en quienes lo padecen. Los tratamientos disponibles se pueden agrupar en tres tipos: los conservadores, los procedimientos médico-estéticos y la cirugía especializada, con 3 técnicas muy utilizadas. Todos ellos pueden ayudar a diferentes clases de lipedema, deteniendo su progresión y mejorando la calidad de vida de la paciente.
Medidas conservadoras
Aquí se encuentran estrategias como las medias de compresión médica, el drenaje linfático y la presoterapia para reducir el edema y el dolor. También el ejercicio de bajo impacto, como la natación, cuyo objetivo principal es preservar la movilidad.
Tratamientos médico-estéticos
Entre las diferentes opciones que existen, la radiofrecuencia, la hidrolipoclasia y la mesoterapia son métodos que permiten mejorar la elasticidad cutánea, eliminar la grasa localizada y favorecer la regeneración celular. Todas estas técnicas son mínimamente invasivas y no suelen producir efectos secundarios.
Es importante tener en cuenta que no todos los lipedemas evolucionan igual ni responden del mismo modo a los distintos tratamientos, por lo que es necesaria la evaluación de cada caso particular para dar con la mejor respuesta. Conocer el grado también es crucial, ya que permite establecer un plan de tratamiento personalizado combinando las estrategias que se estimen necesarias.
Si aún tienes dudas sobre qué es lipedema o sospechas que podrías padecerlo, consulta a nuestros médicos especialistas de Clínica Menorca para encontrar el tratamiento que mejor se adapte a ti